Despedir ciclos y sanar.

En el tejido de nuestras vidas, cerrar ciclos es como hilvanar el último punto en un bordado ancestral. En ese acto de completitud, nos convertimos en tejedores conscientes de nuestra propia historia. Sanar, entonces, es el arte de acariciar las heridas con la suavidad de la aceptación, permitiendo que el tiempo y la comprensión cosan las grietas del alma.

Como la naturaleza misma, somos cíclicos, atravesando estaciones de crecimiento y renovación. Cerrar un capítulo no es despedirse de uno mismo, sino dar paso a la metamorfosis, donde las mariposas internas emergen con alas más fuertes. En este viaje, la paciencia se convierte en la hebra que entreteje el proceso de curación, mientras aprendemos a bailar con el ritmo de nuestras propias transformaciones.

La verdadera alquimia ocurre cuando abrazamos la totalidad de nuestra experiencia, reconociendo que cada capítulo cerrado es un peldaño hacia la plenitud. En este acto de cerrar ciclos, encontramos la medicina para nuestras cicatrices, y en cada cicatriz la dignidad del sobreviviente.

Que cada cierre sea una ceremonia de autenticidad, donde soltemos con gratitud lo que ya no nos sirve y abracemos con valentía el misterio del porvenir. En la quietud de este proceso, descubrimos que sanar es un acto de amor propio, una reverencia hacia nuestra propia esencia, y al cerrar ciclos, abrimos las puertas a un nuevo amanecer en el jardín de nuestra vida.

En amor y luz.

Christian Ortíz.

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